jueves, 20 de febrero de 2014

Mazda RX-3

Un Gusto Adquirido.



   
   En ocasiones, la prensa especializada pasa por alto determinados vehículos que con el tiempo se vuelven iconos, ya sea por particularidades en su diseño, por un comportamiento peculiar, una fiabilidad soberbia; o cualquier razón que se nos ocurra. En el caso de nuestro protagonista, pasaron muchos años hasta que se le rindiera tributo como vehículo de culto, ergo tuvo que menguar la oferta y diversidad del mercado para darnos cuenta, muy poco a poco, de que cada vez faltaba algo más. Por eso mismo escribo estas líneas, para recordar que hubo una época en la que la variedad era tan amplia, que prácticamente podías tener cualquier cosa. El mercado no estaba tan encasillado, la gente quería algo determinado y compraba dentro de sus pretensiones lo que más se ajustaba a su planteamiento. Si querías un deportivo, tenías un deportivo, no un compacto-amplio-cómodo-ágil-rápido-económico-y completamente equipado, porque eso acaba siendo como un plato de comida con demasiados ingredientes, al final, no sabe a nada en particular. Y como la mayoría de la gente quiere algo así, pues las marcas les venden el mismo perro con distinto collar, y todos contentos. Pero tranquilos, esto es punta-tacón, aquí solo hay sitio para coches de los de antes, de los de verdad.




Desde 1971 nos acompaña el Mazda RX-3, y el amigo no empezó con buen pie. La crítica no lo recibió con devoción, dado que era más lento que el RX-2 debido a su incremento de peso. Poco después Mazda intentaría mitigar ese efecto con un nuevo motor, pero tampoco lo conseguiría. De todas formas, el coche no estaba enfocado únicamente en el rendimiento, como probaban las tres variantes ofrecidas por la marca. El RX-3 venía en el formato que más gustase, desde el coupé dirigido a los que disfruten de su elegancia, pasando por el clásico sedán, y acabando con el familiar, para los más versátiles. Nosotros nos quedamos con el deportivo.




Por fuera nos encontramos con un frontal imponente. Sus formas rectangulares combinadas con fluidas curvaturas emanan en un estilo muy personal, poco visto y a la vez muy japonés, que presenta un adecuado contraste con las cuatro ópticas típicas de un clásico de los setenta. El paragolpes sigue la forma marcada por la parrilla y los faros, creando una imagen de lo más sugerente. La línea lateral parte desde el capó y sigue sin apenas variaciones hasta justo después del pilar B, elevándose armónicamente conforme llega junto a la aleta trasera, donde el sublime resalto sube ligeramente la cintura del coche, y le da esa silueta tan elegante. La línea del techo baja delicadamente creando un efecto de cuña, hasta que encuentra la cintura junto a la zaga, zona que culmina con unos circulares pilotos traseros encerrados en un marco rectangular, y una defensa que sigue el mismo patrón que en el morro, y que reafirma el carismático diseño del compañero.




Si nos acomodamos en los asientos deportivos de tela -skay en opción-, nos topamos con un atractivo volante deportivo de tres radios metálicos terminado en cuero, que enmarca un bonito cuadro de instrumentos cuyos relojes esconden tacómetro y velocímetro. Echando la vista a la consola central vemos otros tres relojes circulares y de fácil lectura, entre los que encontramos incluso un amperímetro para la batería. Un poco más abajo damos con la radio y los mandos de calefacción. El salpicadero es excelente, la instrumentación está muy conseguida y es de lo más intuitiva. La palanca de cambios con pomo deportivo y un acelerador con pedal basculante de suelo invitan a meter la llave en el contacto y empezar a conducir. 
 



El corazón del coche y principal culpable del aura que envuelve al modelo. El motor rotativo siempre ha sido objeto de crítica, y conforme pasa el tiempo, unos se tornan detractores, mientras otros halagan sus peculiares características. El primer motor equipado fue el 10A (0866), heredado del RX-2 y retocado para cumplir la normativa de emisiones correspondiente. Debido a esto la potencia se redujo en 5 cv, dejando el propulsor con unos modestos 105 cv. Como el rendimiento del coche no era el esperado, poco después Mazda modificó el bloque 10A ampliando la profundidad de cada rotor en 10mm, y aumentando la cilindrada de de 491x2cc a 573x2cc, creando así el 12A. Este motor desarrollaba 130 cv a 7000 rpm, y situaba el par máximo en unos importantes 162 Nm a 4000 rpm. Además en 1974 Mazda aplicó un nuevo revestimiento interior de cromo en las paredes de la cámara, para minimizar el desprendimiento de partículas metálicas con el roce del rotor. Esta actualización, ayudaría a que el RX-3 se consolidara como un deportivo de alto rendimiento, cual atractivo era un motor fiable, extremadamente suave y progresivo, con el característico sonido áspero y seco de un rotativo, y cuya facilidad para subir de vueltas y aspirar arriba requería de echar un vistazo al cuentarrevoluciones, puesto que antes de lo previsto podíamos estar jugando en la zona prohibida.




Con un bastidor con subchasis delantero y trasero, la rigidez estructural del vehículo estaba a la altura de las circunstancias. Delante, suspensión delantera telescópica con muelle helicoidal y amortiguador incorporado, detrás, eje rígido y ballestas. Las ruedas de fábrica eran unas 155/R13, así que el nivel de agarre no era especialmente elevado, derivando en un comportamiento subvirador que fácilmente se tornaba sobrevirador dependiendo de la cantidad de gas que aplicaba el conductor. De todas formas, el RX-3 era un coche bastante efectivo, que cumplía satisfactoriamente las demandas del comprador en el ámbito deportivo, gracias a un peso de tan sólo 884 kilos y a su dura suspensión, ámbito que por otra parte y como es lógico, perjudicaba el confort. La dirección era de circulación de bolas y tenía una desmultiplicación de 3.25:1, siendo bastante directa para la época, y muy sensible, transmitiendo cada imperfección del asfalto. Esto unido a la caja de cambios de cuatro velocidades, de tacto típicamente japonés, hacía las delicias del travieso conductor que buscaba las cosquillas a su montura.
 



No es de extrañar que con una base tan especial, Mazda decidiera entrar en competición y cosechara múltiples victorias durante los setenta, otorgando un palmarés envidiable al humilde rotativo. Entre ellas destacan una victoria en la carrera Fuji 500, en su carrera debut, un campeonato de turismos en 1972, derrotando al mítico Nissan Skyline GT-R, y en general; una proyección que le había hecho ganar más de 100 carreras en 1976.




Hoy en día están muy cotizados, pese a haberse vendido casi un millón de unidades; y es que como a veces pasa, el coche anteriormente calificado de mediocre se convirtió en todo un clásico. Es común verlos restaurados, e incluso modificados, ya que es un coche que se presta a ello. La cuestión es que cada cual lo disfruta a su manera, sana y respetuosamente.  

Extra Stage:

Ejemplo de un RX-3 modificado y preparado para el disfrute.





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